martes, 24 de mayo de 2005

Santa pateadura

Martes 1 de febrero de 2005
Por: Juan Manuel Vial

El culto a san Expedito se ha convertido en el más exitoso negocio de quienes manejan la sucursal chilena de las Arcas del Señor, pero, al mismo tiempo, debe ser el único fenómeno mercachiflesco de la actualidad que no prende velitas a las sacrosantas leyes del mercado. Y esto, en un país que se jacta de poseer un modelo económico neoliberal a prueba de balas, debiera alarmar a las autoridades pertinentes, como por ejemplo al Sernac, organismo que nada hace ante el abuso que la devoción a Expedito implica para muchos consumidores de buena fe.

Vea usted: al farandulero santo de marras se le implora por soluciones rápidas a problemas tan puntuales y terrenales como un tobillo anquilosado, un cheque que rebotó o una viudez que tarda demasiado en llegar. Para que las peticiones del demandante -que en este caso da igual llamarlo devoto o comprador- se hagan realidad, éste debe depositar una ofrenda en nombre del santurrón, pero no existe garantía alguna de que la prenda sea regresada al consumidor en el evento de que el servicio por el que paga no se cumpla a cabalidad.

Sin embargo, la fama de Expedito va en aumento, contradiciendo todo aquello que entendemos como buen desarrollo de las relaciones comerciales limpias, para no mencionar los actos dolosos que pueden encubrirse detrás de esta gran operación santoral, que, a todas luces, parece orquestada por expertos trujamanes de sotana o -nunca mejor dicho- por los mismísimos mercaderes del templo.

Nuestras autoridades deberían autorizar a través del "Diario Oficial" el derecho a charchetear hasta el cansancio la imagen de san Expedito, si éste no concede los favores que se le solicitan.
Ahora, si se me permite una pequeña digresión, podríamos desviar la cháchara hacia el culto milenario de Ganesh, ese dios hindú con cabeza de elefante que representa, para los cientos de millones de seguidores que tiene en el mundo entero, a un san Expedito más honesto que el nuestro: los hindúes también le piden a Ganesh favores sumamente terrenales, y para conseguirlos masajean -como sólo ellos saben hacerlo- la estatua paquidérmica de su patrono, además de fumigarla con volutas de humos aromáticos y colgarle al cuello guirnaldas de flores azafranadas. Pero en caso de que Ganesh no cumpla con lo que se le encomienda, en caso de que se haga el sordo, el devoto defraudado goza de una garantía a su favor, es decir, tiene todo el derecho del mundo a lanzar por los aires la efigie elefanteásica, para luego patearla o incluso, si le entra en gana, orinar a placer sobre el maldito hombre elefante. Todo esto sin que nadie se espante ni se queje.

Bajo ese punto de vista -serio y comprometido por donde se le mire-, lo sensato sería esperar que las autoridades chilenas publicaran en el “Diario Oficial” un decreto que permitiera charchetear hasta el cansancio la imagen de san Expedito si éste no concede los favores solicitados, sobre todo porque consta que da preferencia a las súplicas de sus más adinerados fieles. En realidad, sólo por esta actitud arribista el santurrón de Reñaca merecería una pateadura de padre y señor mío, pues con ella está propagando el equívoco mensaje de que el Reino de los Cielos puede, efectivamente, adquirirse en la Tierra.

martes, 17 de mayo de 2005

Mi tesis, mi primer título tentativo

Universidad de Valparaíso

Facultad de Ciencias del Mar

Carrera de Biología Marina

Proyecto de Tesis

“Caracterización de la comunidad de macrofauna presente en el submareal somero expuesto en la localidad de Montemar (32º 57´S – 71º 33´W), bahía de Valparaíso”